Autor: David Rubio López Head of Cyber Risk Consulting, Aon Global Risk Consulting
Las escuelas de todo el mundo, así como otros centros educativos han cerrado “sus puertas físicas” durante varios meses para contener la propagación del COVID-19 pero las escuelas en esencia no han cerrado. Durante esta crisis, hemos sido partícipes de la puesta en práctica de ingentes esfuerzos por digitalizar las aulas y llevarlas a los hogares, utilizando la tecnología como apoyo a la educación a distancia. Al mismo tiempo, esta crisis ha expuesto algunos desafíos tecnológicos en materia de educación, revelando la presencia de desigualdades y comenzando por la falta de recursos y acceso a Internet en parte de los hogares.
Las cifras de la UNESCO sobre los cierres de escuelas causados por el COVID-19, ilustran el abrumador impacto de la pandemia en la educación en todo el mundo. En su punto álgido, el cierre de centros educativos afectó a más del 90% de la población estudiantil mundial. En cifras absolutas, esto significa que casi 1.600 millones de estudiantes en un total de 194 países se vieron afectados.
“En el punto álgido de la pandemia de COVID-19, el cierre de centros educativos afectó a más del 90% de la población estudiantil mundial.”
Debido a su gran impacto, la pandemia ha divulgado y fortalecido el papel de la tecnología y cómo ésta puede cambiar radicalmente el sector educativo, pudiendo llegar a 1.600 millones de estudiantes, adaptando los procesos de aprendizaje y no solo en tiempos difíciles. No obstante, siguen surgiendo algunas preguntas como ¿Podemos garantizar el acceso continuo a la educación? ¿Cómo podemos apoyar a los estudiantes que son desplazados físicamente de las escuelas?
La digitalización y la propia tecnología permiten encontrar nuevas vías de difusión
Las propuestas digitales surgidas durante la pandemia nos han permitido encontrar nuevas respuestas no sólo a lo que la población y nuestros hijos aprenden, sino también a cómo se lleva a cabo, dónde y cuándo. Además, la tecnología puede ayudarnos a impulsar el papel de los profesores. En lugar de verse limitados a comunicar, pueden convertirse en creadores de conocimiento y contenido, explorando nuevas vías de desarrollo educativo y emocional, dejando de ser únicamente profesores para evolucionar y convertirse en maestros y mentores digitales.
Durante este periodo hemos sido partícipes de iniciativas como la de RTVE que ha permitido difundir contenidos educativos con ‘Aprendemos en casa’, iniciativa del Ministerio de Educación y Formación Profesional, para facilitar la educación a través de la televisión pública durante el periodo de confinamiento.
¿Es efectiva la educación a distancia?
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) informa de algunas cifras que resultan ilustrativas en este aspecto. En valores promedio, todos los países de la OCDE han visto como:
- El 9% de los estudiantes de 15 años no tiene un lugar definido y estable para estudiar en sus hogares, elevándose esta cifra en aquellos perfiles más desfavorecidos.
- Solo aproximadamente el 50% de los jóvenes de 15 años están matriculados en escuelas donde existe una plataforma de apoyo al aprendizaje online.
- El 35% de los jóvenes de 15 años están matriculados en escuelas donde los maestros no tienen los conocimientos pedagógicos y técnicos necesarios para integrar la tecnología y la digitalización a nivel educativo, según los propios directores de las escuelas.
Un aspecto importante es el grado de preparación y participación del profesorado en el aprendizaje online. Es necesario que los maestros participen en la planificación para que la tecnología responda a sus necesidades de instrucción. Si no, no seguirán adoptando las tecnologías digitales una vez que la situación vuelva a la normalidad. Los profesores también necesitan estar suficientemente capacitados, adaptándose a su nivel y experiencia con la tecnología.
No obstante, existen prácticas que pueden ser narradas como una experiencia para todos, incluso fuera de los principales núcleos de población y referencia. Es el caso del colegio Marista San José de León, donde quién escribe este artículo, pudo experimentar el origen de la introducción de la tecnología en las aulas, situación que a día de hoy ha evolucionado exponencialmente y que nos cuenta su director e integrante del Equipo TIC, Javier García Calleja.
“A nivel de la organización marista disponemos de un programa tecnológico y formativo con base en las plataformas educativas de Microsoft y Google principalmente. Todos los colegios emplean una u otra, y en el caso de San José de León, GSuite y Classroom de Google nos han permitido mantener el programa formativo y una vía de contacto con nuestros alumnos durante esta pandemia. Durante el periodo de confinamiento y dada la inversión tecnológica y de recursos existente e implantada tiempo atrás, ha permitido construir un modelo de referencia en 24 horas, dado que ya existían medios, programas formativos y recursos en general, definidos previamente”.
Éste modelo que comenta Javier ha contribuido a dar servicio a diferentes niveles educativos, adaptándose a las necesidades de cada edad y alumno. Por ejemplo, “en educación secundaria se empleó la plataforma educativa para conducir clases online y en remoto, aprovechando que los alumnos de esta edad son autónomos y duchos en nuevas tecnologías. En Infantil se optó en un principio por utilizar la plataforma de comunicación ya presente en el centro con los padres y posteriormente incluir a estos alumnos (todos, desde los tres años con ayuda de sus familias) en Classroom.
Otro punto importante y no menos relevante ha sido la ejecución de tutorías para lo cual se han empleado plataformas especificas basadas en videollamada bajo estrictos controles de seguridad y privacidad”. En este último punto, las tutorías han cobrado una relevancia diferenciadora, enfocándose más a un “contacto semanal o quincenal con los alumnos según su edad, para controlar también el factor emocional”.
Las encuestas de satisfacción del San José han arrojado datos inmejorables, obteniendo una satisfacción entre padres y alumnos igual o superior al 80%. A nivel de evaluación, “las pruebas se han centrado en tests y valoraciones de competencia, mitigando así el riesgo de no evaluación”.
A efecto de nuevas tecnologías, la inversión en entornos seguros, pizarras digitales o la propia robótica para favorecer la psicomotricidad en niveles inferiores, son factores diferenciadores que han permitido a este centro innovar dentro del sector educativo, facilitando aulas móviles o Chromebooks en las aulas, así como becas para los alumnos más desfavorecidos,
¿Por qué la ciberseguridad debe ser una prioridad para el sector educativo en todos sus ámbitos?
En el contexto del cierre del COVID-19 o de la propia evolución de la educación, es necesario provisionar y localizar los recursos educativos innovadores y necesarios para mejorar, no dejando a nadie en el camino y siempre que sea posible, alentando a las empresas tecnológicas y sectoriales a que pongan sus recursos a disposición de los interesados, diversificando las modalidades educativas en función de la edad y la capacidad del grupo, fomentando así la colaboración con toda la comunidad educativa.
Otro punto álgido por controlar es el de la propia seguridad de las plataformas, redes y usuarios, en este caso pudiéndose tratar de menores en muchos casos. En informes recientes publicados por diferentes entidades refutadas, así como estudios propios de Aon, se vislumbra que el sector educativo es uno de los más atacados y expuestos con interés para los cibercriminales.
Un ejemplo de la realidad de este riesgo es, por ejemplo, el incidente sufrido por la Universidad Nacional de Australia (ANU) hace un año, pero no el único en este extenso listado de comunidades educativas atacadas por los ciberdelincuentes, en muchos casos para apropiarse de datos personales o forzar peticiones de rescates ante secuestros digitales. En el caso de la ANU y tras varias semanas, se descubrió como un acceso no autorizado obtuvo una cantidad «significativa» de datos e información personal de los estudiantes. En total se vieron expuestos más de 200.000 registros de datos personales.
Es por ello por lo que no sólo se deben implementar controles y medidas de seguridad en el sector educativo, permitiendo la protección del alumnado, inclusive con la contratación de pólizas de seguro específicas que permitan mitigar y reducir estos impactos, sino también incorporar la tecnología y porque no la ciberseguridad en el programa formativo desde la escuela, permitiendo no solo concienciar sino también desarrollar el talento presente y latente en nuestro país.
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