Hace unas semanas se celebró en Davos el conocido “World Economic Forum” donde más de 3.000 asistentes, entre ellos, los principales líderes empresariales, políticos, periodistas e intelectuales de todo el mundo, analizaron los problemas más apremiantes que afronta el mundo.
Desde 1991 este foro discute y debate los principales retos de los dirigentes globales, incorporando en su agenda de forma recurrente el cambio climático y las tensiones geopolíticas. Sin embargo, este año la inteligencia artificial, sus riesgos, regulación y control acapararon gran parte de la atención de los asistentes.
El informe “2019 Intangible Assets Financial Statement Impact Comparison Report, EMEA Edition” esponsorizado por Aon ya resaltaba a finales de año la diferencia entre el volumen de empresas que protegen sus bienes tangibles (fundamentalmente plantas, propiedades y equipos) de aquellas que deciden proteger los activos de la información. Algunos de estos activos son la innovación, reputación, estructura organizativa, reputación o conocimiento de las empresas.
Considerando que los activos intangibles ya suponen un 80% del valor de las empresas cotizadas en Bolsa, es normal plantearse que el C-Suite tenga en su agenda como prioridad esta materia, siendo uno de los puntos clave en las tendencias en ciberseguridad para este año.
¿Qué se incluye dentro de los famosos “activos intangibles”?
Una vez tenemos en mente lo que representan hoy en día, es normal cuestionarnos cómo puede una empresa o su máximo órgano de administración conocer, gestionar y proteger los activos intangibles adecuadamente. La transformación de los negocios ha provocado también un cambio en los Órganos de Administración de las empresas, donde el modelo de liderazgo actual ya no solo implica un amplio conocimiento financiero, o de negocio, sino también de los riesgos tecnológicos o intangibles. Como derivada, cada vez más, se incorporan consejeros con perfiles diversos que vienen de industrias tecnológicas, ámbito geográfico diferente, u otras generaciones.
Algunas de las preguntas clave que se presentan sobre la mesa del equipo directivo cada día son:
- ¿Tengo perfectamente identificados los activos intangibles de mi empresa?
- ¿Conozco el verdadero valor de dichos activos, tanto a nivel contable en libros como en valor de mercado? ¿Qué pérdida podría generarse derivada de estos? ¿Cómo afectaría a mi negocio y a su continuidad?
- ¿Son mis activos comparables con la competencia? ¿Qué valor tienen los de la competencia? ¿Son vulnerables ante mis competidores? ¿Protejo de forma adecuada los mismos?
- ¿Dispongo de una política y estrategia consistente para proteger, explotar y gestionar dichos activos?
- ¿Informo adecuadamente a los principales shareholders y stakeholders de la importancia de los puntos anteriores?
Quizás es complicado dar respuesta a todas y cada una de estas cuestiones, si bien el “deber indelegable de supervisión” de los administradores y consejeros, exige una diligencia en el conocimiento y control de los riesgos empresariales, cada vez más complejo en el entorno dinámico que nos dirige.
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