El aumento de la esperanza de vida en las sociedades que han alcanzado mayor desarrollo, como ocurre en España, segundo país con mayor esperanza de vida del mundo, tiene innumerables ventajas y algunas repercusiones que afecta a los sistemas sanitarios, financieros, de pensiones, de seguros, entre otros.
¿Qué es el riesgo de longevidad?
Ciertos fenómenos demográficos confluyen con fuerza en España para generar una particular pirámide poblacional. El primero de ellos es la elevada esperanza de vida al nacer. Las proyecciones indican que será de 87,7 en las mujeres y 82,9 años en los hombres en el año 2033.
La baja tasa de natalidad y el fenómeno del baby boom algo tardío también son factores determinantes. Se estima que, a mediados de este siglo, 3 de cada 10 españoles tendrán más de 65 años.
En el terreno financiero, este riesgo es una consecuencia de lo descrito. Se basa en la elevada posibilidad de que a las personas más longevas les resulte complicado poder mantener el nivel de vida planificado durante su periodo de jubilación, con los ahorros generados durante su etapa en actividad profesional . Es necesario, por lo tanto, avanzar en una gestión del riesgo de longevidad.
Implicaciones para las personas, el sector financiero y los seguros
Estos cambios demográficos representan un importante y creciente desafío para las sociedades modernas. Los avances en el tratamiento y prevención de enfermedades, el estado del bienestar y la reducción de accidentes son las principales causas de que la longevidad supere lo esperado.
En los sistemas públicos de pensiones estos cambios generan una importante tensión, al hacer que la sostenibilidad de un sistema de reparto sea cada vez menos viable con los niveles actuales de prestaciones. De hecho, hace necesario tanto a los ahorradores particulares como a quienes ofrecen planes de pensiones privados a reestructurar sus acciones y planificación en función de unas expectativas totalmente diferentes a las contempladas inicialmente.
Las personas
El envejecimiento de la población, un fenómeno progresivo e irreversible, acarrea consecuencias a nivel de las familias. La brecha entre la edad de jubilación y la que pronostica la esperanza de vida implica que las personas que reciben pensiones dependerán exclusivamente de estas y de sus ahorros para mantener su nivel de ingresos cerca de 20 años, teniendo en cuenta adicionalmente que los gastos médicos y los relacionados con los cuidados también se incrementan con el avance de la edad.
En consecuencia, la composición de las inversiones y las pautas de ahorro deben variar y ajustarse con el objetivo de neutralizar o minimizar este riesgo. Los patrones de consumo estarán también sometidos a modificaciones. En este caso, se han de priorizar los servicios y bienes de primera necesidad y analizar y planificar adecuadamente el resto de gastos.
Otro efecto se relaciona de forma directa con sostenibilidad de la Seguridad Social. A fin de financiar y mantener la sostenibilidad del sistema de pensiones, se deberán realizar ajustes tanto por la parte del ingreso (cotizaciones) como por la parte de gastos (pensiones).
El sector financiero
El gasto adicional generado por el envejecimiento es mayor de lo previsto y produce un efecto negativo en los balances de los sectores públicos y privados. Se calcula que un aumento de apenas 3 años en la longevidad puede incrementar un 50 % los costes a nivel mundial.
Las políticas en el espacio macroeconómico se ven afectadas en áreas como el empleo y la inversión. La variación en la composición del consumo de bienes y servicios también influye en las bases fiscales, con lo que disminuye la recaudación de impuestos. De igual modo, las políticas monetarias reciben el impacto debido a la reducción de la tendencia inflacionaria y a la disminución del interés natural.
Los seguros
Se ha intentado paliar el efecto de este riesgo relacionado con la longevidad en el área de las pensiones públicas mediante diferentes reformas. Esto redunda no solo en el aumento en las cotizaciones mencionado anteriormente, sino en una reducción de la pensión que van a recibir los trabajadores que actualmente cotizan cuando dejen de estar activos. Pero esta medida de traspasar el coste del problema a los empleados no es factible en el sector privado.
Anteriormente, las desviaciones en las previsiones podían ser parcialmente absorbidas a través de sistemas de jubilación. Provenía de inversiones rentables que, en la actualidad, no lo son tanto debido a la disminución de la rentabilidad global del sector. El incremento en la esperanza de vida hace, por su parte, que los planes de aportaciones se vean afectados: si la persona que cuenta con una cobertura vive unos años más de lo estimado, las cuotas mensuales disminuirán de forma proporcional.
Gestión del riesgo de longevidad
La situación descrita ha generado un aumento en la demanda de productos e instrumentos destinados a combatirla. Una de las posibles soluciones pasa por transferir a entidades aseguradoras el riesgo de longevidad mediante la compra de rentas a partir de la edad de jubilación.