Las preferencias de los inversores están cambiando de cara a las directivas climáticas
La mortífera e histórica ola de calor que asoló el noroeste del Pacífico estadounidense en junio de 2021 resultó ser un incidente aislado, pero uno que, según los expertos en clima, era «prácticamente imposible sin el cambio climático provocado por el hombre». Se trata de uno de los últimos sucesos que hacen saltar la alarma sobre la creciente frecuencia e intensidad de las catástrofes naturales, y aumenta la presión para determinar qué medidas pueden y deben tomarse para ayudar a reducir la influencia humana en las condiciones climáticas.
Un número cada vez mayor de agentes interesados, incluidos los gobiernos y organismos reguladores, accionistas, empleados y consumidores, están empezando a exigir a las empresas que rindan cuentas por su papel en la causa o la lucha contra el cambio climático. Como resultado, el riesgo climático ha surgido como un tema de inversión destacado.
Los riesgos climáticos incluyen tanto los riesgos físicos, como tormentas, sequías e inundaciones, como los riesgos operativos (litigios, reputación, viabilidad comercial) que se pueden desarrollar a medida que los gobiernos adoptan el Acuerdo de París y avanzan hacia las cero emisiones netas de gases de efecto invernadero.
En todo el mundo, los Estados están tomando medidas para mejorar la transparencia y fomentar una transición hacia emisiones cero netas en las próximas décadas. Esto aumenta la presión sobre las empresas y las industrias en un momento en que los productos, las tecnologías y las preferencias de los inversores también están cambiando de cara a las directivas climáticas.
“Los líderes empresariales deben ser reflexivos y decididos en su participación en la transición a medida que avanzamos hacia las cero emisiones netas establecidas en el Acuerdo de París, no solo con sus propias actividades comerciales, sino como inversores de los activos de la empresa o activos de inversión, como planes de jubilación”, dice Russ Ivinjack, Chief Investment Officer de Aon.
Invertir en ESG
Ser «reflexivo y decidido» significará considerar tanto los riesgos como las oportunidades de inversión emergentes relacionadas con el cambio climático y los problemas ambientales, sociales y de buen gobierno de manera más amplia.
«Los inversores deben tener una estrategia de riesgo climático, y ésta debe estar fundamentada en sus creencias en torno a la inversión de una manera sostenible y responsable.«
– Jennifer O’Neill, associate partner, ESG & Responsible Investment en Aon
«Los inversores deben tener una estrategia que tenga en cuenta el riesgo climático, y y deben estar confiados de que este es el mejor modelo«, afirma Jennifer O’Neill, associate partner, ESG & Responsible Investment en Aon.
“Algunos de estos factores pueden implicar cambios que tienen un coste a corto plazo. Sin embargo, ignorar la variable del Cambio Climático puede significar mayores pérdidas. Los costes inevitables a corto plazo probablemente se vean compensados por efectos secundarios beneficiosos a medida que la sostenibilidad se enfoca más claramente: una mayor eficiencia reduce los costes, protege el capital natural y gestiona bien los efectos de las tendencias ASG, que de otro modo serían más costosas.»
Considerando los riesgos
El alcance de los riesgos ambientales en las carteras de inversión es amplio y las actividades de mitigación y adaptación varían según la industria.
“Los inversores deben tener una aproximación global, desde la huella de carbono de una organización, hasta cómo esa organización interactúa con el mundo natural, incluido el uso del agua y la biodiversidad, hasta el impacto que la mitigación del cambio climático y las regulaciones pueden tener en su capacidad para hacer negocios en el futuro”, dice Meredith Jones, partner and global head of ESG en Aon.
“El riesgo del cambio climático se divide en gran medida en riesgos corporativos y comerciales Una empresa que tiene un uso intensivo de energía, o que dependen de los combustibles fósiles, o que tiene un consumo de recursos elevado se enfrenta a a problemas diferentes que una empresa que tiene una huella ambiental corporativa baja, aunque una gran exposición en sus actividades comerciales. Pensemos, por ejemplo, en el sector industrial o las energéticas frente a los bancos. Todas tienen riesgo de cambio climático, pero la forma en que están expuestas puede ser muy diferente», explica Jones.
Jones recalca que, si bien tenemos un conocimiento razonable de los riesgos físicos asociados al cambio climático, ha sido más difícil comprender el riesgo de transición, es decir, cómo afecta el cambio climático a la capacidad de una empresa para seguir funcionando. También están surgiendo otros riesgos relacionados con el clima, afirma.
«Hay problemas de reputación, litigios y preguntas sobre si este producto va a seguir siendo viable y deseable para los consumidores. Todo eso es un poco más difícil de cuantificar», afirma Jones. «Por ejemplo, acabamos de empezar a ver litigios relacionados con el cambio climático. No sabemos cómo va a ser ese riesgo dentro de tres o cinco años».
La divulgación es un comienzo
Para revelar sus riesgos relacionados con el clima, muchas empresas en el Reino Unido ya están utilizando el marco del Grupo de Trabajo sobre Divulgación Financiera Relacionada con el Clima (TCFD, por sus siglas en inglés), aunque las empresas estadounidenses suelen estar en las primeras fases del proceso. Es un buen comienzo, afirma Jones, pero no una solución completa para evaluar o comprender los riesgos.
“Incluso en las mejores divulgaciones de TCFD, todavía hay incógnitas desconocidas”, dice Jones. «Los ESG y el cambio climático son riesgos a futuro. Dependes de la viabilidad de los modelos predictivos para comprender el conjunto completo de riesgos y las formas en que esos riesgos podrían evolucionar».
Más que un ejercicio de verificación de casillas
Considerar el riesgo climático en las decisiones de inversión exige un enfoque reflexivo, afirma Jones.
«Sería muy fácil hacer de esto un juego de suma cero, en el que los inversores podrían decir, por ejemplo, ‘no vamos a invertir en ciertos tipos de empresas’, pero esas decisiones pueden tener repercusiones sociales y comunitarias más amplias», explica Jones. «Hablamos de la «transición» a una economía verde por una razón, y aunque obviamente tiene que ocurrir con rapidez y urgencia, minimizar cualquier efecto negativo a corto plazo también debe ser una consideración.»
Casi todas las decisiones financieras y de capital tienen efectos indirectos más amplios, señala, y es esencial que los inversores que desempeñan un papel activo en la transición a las emisiones netas cero comprendan esas posibles repercusiones.
Aprovechando las oportunidades de inversión
La transición hacia las emisiones netas cero también ofrece oportunidades. Hay un creciente interés de los inversores por las energías renovables y las infraestructuras, así como por las empresas que participan en la descarbonización, es decir, las tecnologías que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes de la quema de combustibles fósiles.
Dado que los edificios son responsables de un tercio de las emisiones de carbono en todo el mundo, puede haber oportunidades para invertir en inmuebles más ecológicos, eficientes y sostenibles, analiza O’Neill. Pero hay que tener muy en cuenta la ubicación, añade Mark Jeavons, consultor principal de inversiones y director de Climate Change Insights and Analytics de Aon. «Si se tienen fábricas en zonas relativamente bajas, por ejemplo, van a correr un mayor riesgo».
También ha habido innovaciones en el ámbito de los bonos verdes de sostenibilidad. «Hemos visto un aumento significativo de los bonos sociales, así como de los bonos vinculados a los KPI de sostenibilidad», explica Jones. «Eso da a los inversores la oportunidad de hacerlo bien y de hacerlo mejor».
La capacidad de estos vehículos de inversión aún no es suficiente para satisfacer la demanda, pero está creciendo. Y las principales empresas de inversión están creando ahora fondos con opciones de inversión sostenible.
En última instancia, los inversores deben ser selectivos y conscientes de las valoraciones de los activos, ya que buscan acciones de valor en las oportunidades relacionadas con la lucha contra el cambio climático, afirma Jeavons. «Es un poco como la fiebre del oro», dice. «Hay que invertir en las empresas que venden cubos y palas, no en las que buscan oro. Cuando se buscan oportunidades climáticas, hay que centrarse en las empresas que aportan soluciones probadas que son necesarias para apoyar la transición a una economía con bajas emisiones de carbono.»
Una «cultura de sostenibilidad»
A medida que nuestra comprensión de los riesgos climáticos sigue evolucionando, los inversores deben estar preparados para adaptarse y adoptar una nueva mentalidad sobre estas cuestiones complejas y cambiantes. Ivinjack afirma que tanto los directivos de las empresas como los de los fondos de inversión deben «reconfigurar el proceso de toma de decisiones» para abordar adecuadamente el riesgo climático.
«En lugar de compartimentar las inversiones, profundiza en una aproximación más amplia. Evalúa y compara entre categorías. Busca estrategias que tengan este impacto positivo y descubre cómo encaja en su cartera total «.
– Russ Ivinjack, Global Chief Investment Officer de Aon
Jones afirma que hay lecciones del pasado que podemos aplicar aquí.
«Hace más de una década, en el sector de la inversión, empezamos a hablar de la necesidad de una «cultura de cumplimiento» para que las organizaciones pudieran mitigar sus riesgos operativos», explica Jones. «Esto es lo mismo. Tenemos que desarrollar una ‘cultura de la sostenibilidad’ en nuestras organizaciones. Esa es la única manera de poder identificar y mitigar estos riesgos en tiempo real.»
Obtén más información sobre los compromisos de Aon con los problemas ambientales, sociales y de gobernanza, incluido el nuevo Fondo de inversión de impacto global de Aon, en nuestro Aon Impact Report 2020.