Bienestar profesional en la era post-COVID: ¿será posible?

El bienestar profesional es fundamental, incluso durante la primera pandemia en más de un siglo. La COVID-19 está causando todo tipo de problemas, que se están notando en casi todos los ámbitos de la economía. Los centros de trabajo se han adaptado como han podido, y el teletrabajo se ha convertido en la gran solución. Pero, ¿qué vendrá después de la enfermedad?

Bienestar profesional en la era post-COVID

El empleo y la COVID-19 no han sostenido una buena relación. Casi todos los sectores de la economía se han visto azotados por las consecuencias de su irrupción. La facilidad de su contagio lleva a que se establezcan medidas como los confinamientos, cierres perimetrales de ciudades o el distanciamiento social, y, de esta forma, las condiciones laborales pueden verse mermadas significativamente.

Ante una situación tan compleja, que puede hacer que buena parte de la plantilla no tenga la opción de acudir a su puesto, las empresas se han adaptado como han podido. El teletrabajo se ha convertido en la gran solución, ya que encaja con las restricciones impuestas por las autoridades y evita posibles contagios.


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Sin embargo, cuando esta modalidad no ha sido posible, se han adoptado otras soluciones que aseguren la seguridad de los empleados. Así, la presencia de gel hidroalcohólico, el control de la temperatura a la entrada de los edificios, el uso de mascarillas o la separación entre mesas de trabajo se han convertido en algo cotidiano.

Estos cambios contribuyeron en un primer momento al aumento del estrés y la inseguridad; además, la falta de información sobre el virus también causó preocupación. Sin embargo, con el tiempo la situación se ha normalizado, y el conocimiento de la amenaza se ha extendido entre la población. Poco a poco se han creado nuevas costumbres, de forma orgánica, que han ayudado a construir un nuevo bienestar.

Buena parte de los buenos resultados se debe a las decisiones acertadas por parte de la dirección de las empresas. El objetivo primordial en este último año ha sido, generalmente, garantizar la seguridad y salud, cuidar del equipo y llegar a todos los empleados. Y si bien las condiciones económicas se han deteriorado, la primera elección de los directivos fue en muchos casos mantener la mayor cantidad de empleos posibles.

La figura del ERTE ha servido para minimizar las pérdidas, en especial en los primeros compases de la pandemia. En aquellos momentos, las compañías se estaban enzarzando en el proceso de adaptación a la nueva situación, que llevó a la toma de decisiones de calado. Además, enviar mensajes de calma a las plantillas e información detallada logró mantener alta la motivación y el bienestar.

Asimismo, conocer las necesidades de los trabajadores se ha convertido en una prioridad. Hay que tener en cuenta que la satisfacción juega un papel importante en la productividad, que a su vez está muy relacionada con el clima laboral. Soluciones como la implementación de servicios de telemedicina y las facilidades para la conciliación han sido algunas de las más acertadas.

El teletrabajo

El teletrabajo ha experimentado un fuerte impulso a lo largo de la pandemia. Ya era una tendencia en alza: el desarrollo de diversas tecnologías, en especial las relacionadas con el mundo digital, ha propiciado la aparición de todo tipo de plataformas para el trabajo a distancia. De ese modo es posible comunicarse al instante con cualquier compañero, así como enviar y recibir información en casi cualquier formato.

Si bien no todos los trabajos pueden adoptar esta modalidad, los que sí han podido la han abrazado con fuerza. Es una solución casi perfecta para reducir los contagios en el entorno laboral, y ha favorecido la conciliación familiar. Por ello, es muy probable que este sea un punto de inflexión y que no haya vuelta atrás. 

La transformación digital del puesto de trabajo no ha hecho más que empezar; es algo que quedará constatado una vez que la pandemia se convierta en un recuerdo. Al fin y al cabo, las ventajas de esta modalidad son muy interesantes, y favorecen tanto al empleado como a la propia empresa. Se da, por tanto, una situación en la que ambos ahorran recursos y aumentan su bienestar mutuo: no hay necesidad de realizar desplazamientos a una oficina, la productividad aumenta y, en general, la satisfacción también.

Por otra parte, los empleados pueden pasar más tiempo atendiendo las necesidades de sus familias. Hasta hace poco encajar el mundo profesional y el familiar parecía una tarea casi imposible, en especial entre las mujeres. Sin embargo, la pandemia está demostrando lo contrario. Eso sí: no ha sido un camino sencillo. Los trabajadores han adaptado sus funciones al nuevo ambiente, lo que ha llevado a crear oficinas caseras y fomentar la disciplina y el respeto a las horas de trabajo. 

Las deslocalizaciones como consecuencia de trabajar a distancia

Una de las mayores consecuencias del auge del teletrabajo serán las deslocalizaciones. Hasta ahora eran las empresas quienes buscaban los países más atractivos en materia económica. Sin embargo, es probable que en los próximos años también lo hagan los propios trabajadores: al no estar atados a una oficina, pueden optar por cualquier otro lugar suficientemente atractivo y con conexión a Internet.

Esto encierra aún más consecuencias inesperadas, como es la repoblación de los pueblos. El caso español es paradigmático al respecto. Hay regiones del interior que han quedado despobladas por la falta de oportunidades laborales, y que ahora podrían resurgir gracias al mundo digital. Con el suficiente tiempo y unas políticas adecuadas, el campo sufrirá un auténtico renacimiento. 

Relación empresa-empleado

Más allá de la relación entre la conciliación y el teletrabajo, las relaciones entre los propios empleados y la empresa sufrirán cambios. Para empezar, se espera una completa revisión de los liderazgos: aquellos directivos que aún confían en que el método más eficiente reside en la presencialidad y el control tendrán que replantear sus enfoques.


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Las formas de trabajo cambian hacia unas más flexibles, en las que la plantilla no está concentrada en un edificio y el papel de lo digital es cada vez más relevante. La moderación tiene que sustituir al control; de otro modo, podrían darse intromisiones en la vida personal o diluirse la separación entre jornada laboral y ocio.

Además, la crisis del coronavirus está poniendo a prueba la cultura empresarial. En situaciones como esta los empleados son más sensibles al trato que reciben de la empresa: cualquier transgresión o falta de lealtad se notará en poco tiempo. Por ejemplo, si se incurre en algún riesgo para la salud, el malestar cundirá entre la plantilla y la organización tendrá que replantearse su estrategia o recibir numerosas quejas.

Pese a lo que pudiera parecer, las conexiones entre trabajadores y directivos podrían estrecharse. Es posible mantener conversaciones más directas y, sobre todo, privadas. Esto posibilita potenciar un clima laboral positivo, gracias al reconocimiento de la fuerza laboral. Puede felicitarse una acción bien hecha casi al instante, o mantenerse una reunión con agilidad y malgastando el mínimo tiempo posible.

La adaptabilidad es otra de las claves de las nuevas relaciones que se establecerán. Las empresas aún están atravesando un periodo de cambio, que viene dado por las sucesivas olas de contagios. Los directivos tienen que actuar con precaución en estos momentos, estrechando los vínculos con sus plantillas. Para esto es indispensable tener presentes de las necesidades que se den, mantener estrategias claras y potenciar la confianza mutua.

Habrá que prestar atención a la recuperación, que tendrá que estar basada en unos cimientos sólidos. Esto requiere el mantenimiento de una estructura de trabajo productiva, con unos salarios adecuados y replanteando los organigramas de trabajo. Al fin y al cabo el teletrabajo ha venido para quedarse, aunque algunos empleados preferirán que una parte de sus horas laborales sean presenciales.

Algo así requerirá de un equilibrio entre quienes prefieran un modelo híbrido y quienes abogan por uno centrado en el trabajo a distancia. La coordinación será un caballo de batalla que exigirá adquirir nuevos conocimientos y formas de sacar adelante los proyectos. Encontrar herramientas de comunicación eficientes, ahondar en la digitalización y potenciar el papel de los cargos intermedios será fundamental para articular esquemas empresariales más flexibles. 

Un aspecto que también podría causar problemas entre empleados y dirección es la automatización. Es un fenómeno que lleva tiempo desarrollándose, y que no deja de acelerarse. La inteligencia artificial logra aumentar la eficiencia de las tareas más repetitivas, pero pone en peligro numerosos puestos de trabajo. En una situación en la que adaptarse evita quiebras, esta tecnología es una solución muy atractiva.

Por tanto, será todo un reto encontrar salidas que convenzan a ambas partes. Apostar por la formación y dotar a la plantilla de las habilidades que sean necesarias será una posible solución. De esta forma los trabajadores podrán reciclarse y continuarán aportando valor.

En suma, el bienestar profesional seguirá siendo vital cuando la COVID-19 pase a la historia. Las empresas tendrán que adaptarse, y el teletrabajo será una de las grandes soluciones… Una que traerá todo tipo de consecuencias. En Aon apostamos por potenciar la comodidad de nuestras personas.

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