Los coches autónomos suponen un avance para todo el sector. El desarrollo de sus componentes, su puesta en marcha y capacidades únicas llevan a la automoción al siguiente nivel. Hasta hace poco, parecían propios de la ciencia ficción, pero se van abriendo paso en la realidad. Pero ¿qué cambios y riesgos traen consigo?
La evolución de los coches autónomos
Conseguir que los vehículos autónomos sean una realidad es el gran objetivo del sector de la automoción. En la actualidad, existen fabricantes que ya ofrecen modelos con esta característica. El caso de la norteamericana Tesla es muy conocido, seguido de la china NIO. No obstante, aún falta un largo recorrido para generalizar su uso entre el público mayoritario. Poco a poco se están realizando grandes avances.
Los especialistas del sector establecen cinco fases para el desarrollo del vehículo autónomo. En la primera se aplican diferentes ayudas a la conducción, como el frenado automático o el control de las marchas. Durante la segunda, estas opciones entrarían en funcionamiento sin necesidad de que el piloto las accione.
Durante la tercera, la cual está en desarrollo, se persigue que el vehículo sea capaz de asumir la conducción en situaciones puntuales. Esto permite a los técnicos conocer el desempeño de los sistemas, la reacción de los conductores y pulir los fallos que aparezcan. Es una fase de pruebas que mezcla la experiencia en el laboratorio con los compradores que apuestan por los primeros modelos.
La llegada de la cuarta fase marca un antes y un después. Los vehículos son autónomos en cualquier situación, por lo que los conductores pasan a ser pasajeros. El sistema es capaz de circular con libertad, se puede enfrentar a obstáculos sin problemas y consigue procesar toda la información necesaria para la conducción. Este sería el caso de la empresa Nuro, cuyo proyecto se centra en el desarrollo de reparto autónomo.
Con la llegada de la quinta fase, todo el proceso de evolución finaliza. Una vez llegado este momento, la forma de los vehículos cambia completamente. Por ejemplo, los automóviles se convierten en habitáculos sin volante o elementos de control por parte del pasajero. En cuanto a los camiones, estos se limitarían a un centro de control y el motor indispensable para mover las cargas.
Actualmente, el sector se encontraría saliendo de la fase dos para entrar en la tres. No obstante, para alcanzar la quinta aún tienen que pasar varias décadas. Las tecnologías que se están poniendo en práctica aún necesitan mayor precisión. Además, es preciso demostrar a la población que los vehículos son completamente seguros, lo que requerirá también de unos años hasta lograr una confianza sólida.
Los problemas de ciberseguridad de los vehículos autónomos
Los vehículos autónomos incorporan cada vez más componentes informáticos, una tendencia que no va a decaer nunca. Esta realidad no está exenta de riesgos, por lo que surgen diferentes problemas de ciberseguridad. Evitar ataques externos es fundamental para que la población confíe en su propio vehículo, así como para mantener una seguridad vial completa.
Un fallo o un hackeo pueden tener consecuencias desastrosas. Estas podrían ir desde la creación de embotellamientos durante largos periodos de tiempo a accidentes múltiples. Por tanto, conocer los diferentes problemas a los que está expuesto el sector ayudará a poder combatirlos de forma eficaz.
Robo de datos
Este es uno de los riesgos que podría ser más común en un futuro no muy lejano. Su objetivo es el de hacerse con los datos personales del piloto, al tiempo que causa daños a la reputación de la marca. Si el sistema no es lo suficientemente sólido, el ataque externo va a tener éxito sin apenas dificultades. El robo podría darse en función de la conexión que realizan estos vehículos con la nube, sobre todo en momentos de actualización de software remota.
Se busca que la transmisión de información sea lo más rápida posible, ya que la inteligencia artificial la necesita para tomar decisiones. Es por esto que la conexión no está cifrada, o al menos el cifrado no es demasiado complicado. Utilizando esta estrategia, se reduce el tiempo de procesamiento, pero aumentan los riesgos de un acceso ilícito al vehículo.
Al utilizar un cifrado sencillo o inexistente, un ataque tendría más probabilidades de éxito y no supondría un grave esfuerzo. Una vez dentro del sistema, el atacante podría no solo robar la información almacenada, sino que podría acceder a los diferentes sistemas del vehículo. Por tanto, si quisiera causar algún percance al conductor, podría apagar varios dispositivos de seguridad y provocar un accidente.
Pérdida de control
Un hacker con las herramientas y experiencia adecuadas sería capaz de hacerse con el control de un vehículo autónomo. Esta situación llevaría a generar escenarios de alto riesgo, en especial si se busca atentar contra una autoridad. Al tener todo el control, conducir el coche a un lugar adecuado o secuestrar al ocupante sería sencillo.
Con una pérdida de control temporal, las probabilidades de sufrir un accidente aumentan, en especial si el vehículo no cuenta con un volante. Una situación como la descrita tiene graves consecuencias en la fase cinco, en la cual se elimina por completo los elementos de control por parte del piloto. Antes de llegar a esta realidad, se necesita crear un sistema de protección sólido y que ofrezca una resistencia sin precedentes a ciberataques externos.
Fallos en la conducción
Este problema también es de gravedad alta. Si bien pueden darse errores de programación, un acceso indebido o la presencia de un virus llegaría a causar fallos en la conducción. Estos se manifestarían como funcionamientos anómalos de los sistemas del vehículo. Por ejemplo, que los parabrisas se accionarán, aunque no estuviese lloviendo o que una puerta se abriera sin razón alguna.
Sin embargo, un frenazo en medio de la carretera daría poco tiempo de reacción al resto de vehículos, lo que llevaría a que se produzca una colisión múltiple. Asegurar el funcionamiento de los sistemas de dirección o de conducción es crucial para evitar estos y otros problemas. Cualquier fallo puede acabar causando consecuencias irreparables.
Ataques pasivos y activos
Los ataques pasivos y activos afectan a cualquier plataforma informática, y los vehículos autónomos no son una excepción. Ambos casos suponen un riesgo, aunque no en la misma medida. No obstante, es preciso preparar contramedidas eficaces. Por suerte, existe un amplio conocimiento de su funcionamiento y experiencia acumulada a lo largo de los años para ofrecer soluciones adecuadas.
En cuanto a los ataques pasivos, estos son menos dañinos que los activos. Se dedicarían a comprobar la información que el coche transmite y recibe desde otro punto. Esta puede consistir en la posición del vehículo, su velocidad verificada o el nombre del pasajero. Compartir estos datos es importante para que los diferentes vehículos en carretera se coordinen. El objetivo del atacante sería escuchar las transmisiones.
Por su lado, los ataques activos son los más peligrosos, ya que pueden generar consecuencias fatales. Su finalidad es múltiple. Puede que se busque falsificar datos, enviar otros erróneos o negar su transferencia. Se basa en utilizar reglas de operación para el control a distancia. Estas permiten manipular la velocidad y alteran la densidad de vehículos en carretera.
Además, la alteración causada en la velocidad puede ser intencionadamente sutil y complica su detección. Incluso podrían realizar ataques de denegación de servicio, el cual interrumpiría el funcionamiento normal de los sistemas del vehículo y su conexión con el exterior.
Desconocimiento de vulnerabilidades
Teniendo en cuenta el crecimiento de los componentes informáticos en los vehículos, es importante diferenciar entre los que afectan a la IA y los que no. Esto permite aislar las potenciales vulnerabilidades relacionadas con las decisiones tomadas por la IA u otras que puedan suceder. De esta forma, se tendrá una diferencia clara y se podrá encontrar soluciones efectivas en menos tiempo.
Al fin y al cabo, no se conocen todas las posibles vulnerabilidades, ya que aún hay que poner en marcha diferentes sistemas. Para evitar problemas graves, es posible llevar a cabo varias acciones. Una de ellas es confeccionar planes de respuesta que incluyan las particularidades de la inteligencia artificial. Así, anticipar posibles fallos será más fácil.
Los simulacros también son de gran ayuda, ya que están diseñados para aprender a lidiar con problemas específicos de forma rápida y efectiva. Además, permiten alcanzar un alto grado de comprensión de diferentes vulnerabilidades, al mismo tiempo que pueden aparecer otras nuevas. De esta forma, los fabricantes podrán anticiparse a las peores consecuencias con defensas sólidas.
Junto a esto, las simulaciones por ordenador complementan a la anterior medida. Son ideales para comprobar una amplia variedad de errores sin llevarlos a la práctica. Con ellas se crean escenarios hipotéticos en los que evaluar la evolución de un ataque o de una posible vulneración. Su objetivo es el de arrojar luz en determinados casos, aunque estos no ocurran con suficiente frecuencia.
En definitiva, los coches autónomos serán comunes en el futuro, pero aún faltan unas décadas para llegar a esta realidad. Mientras tanto, los fabricantes y los miembros del sector necesitan crear unas contramedidas eficaces en materia de ciberseguridad. La confianza del mercado en las compañías de este sector está en juego, ya que no es suficiente ser el primero sino hacerlo bien y seguro.