Autor:
Manuel Quintela Yañez. People Solutions Galicia/Asturias Aon
Es evidente que esta crisis provocada por la expansión del coronavirus ha cogido a la gran mayoría de los gobiernos sin los deberes hechos, esto ha sido así a pesar de las advertencias que se han lanzado en los últimos años desde diferentes ámbitos sobre las consecuencias que sobre nuestra salud, forma de vida, economías, etc. podría tener una situación como la que desgraciadamente estamos viviendo.
Como en muchas otras ocasiones, otros objetivos se han ido anteponiendo al cuidado de la salud y bienestar de la población, disminuyendo los recursos necesarios para garantizar que, ante emergencias similares, todos los sistemas de prevención, control y tratamiento estén disponibles y entrenados para hacer frente, desde el primer momento, a las consecuencias de estas crisis.
Hemos presenciado debates muy difíciles de imaginar, ¿Es más importante la economía del país o la salud de sus ciudadanos? ¿Cuál es la edad límite que debe tener una persona para tener derecho a cuidados y recursos sanitarios que salvaguarden el bien más preciado que tenemos todos, ¿la vida?
Esta misma situación, que muchos criticamos desde nuestra posición de ciudadanos de países en los que hemos delegado el DEBER DE PROTECCIÓN, se repite en todavía muchas organizaciones y también en nuestro ámbito personal y familiar.
Hace ya algún tiempo que escuchaba que pasamos más tiempo decidiendo qué móvil comprar que analizando como invertir nuestros ahorros, qué duda cabe que utilizando esta afirmación, estoy seguro de que un estudio de usos y costumbres arrojaría el resultado de que pasamos más tiempo realizando cualquier actividad banal que analizando, comprendiendo, anticipando y solucionando las necesidades económicas de nuestra unidad familiar.
Poco tiempo dedicamos a analizar con detenimiento cualquier situación futura que suponga la reducción de los ingresos de la familia como consecuencia del fallecimiento o deterioro de la salud de alguno de sus miembros que lo incapacite para seguir desarrollando su actividad profesional.
Creo sinceramente que las sociedades y las organizaciones, desde las unidades más básicas a las más globales, la comunidad de vecinos, de barrio, municipio… nacionales, supranacionales, no son otra cosa más que el reflejo de cómo somos individualmente los que las formamos.
Espero y deseo que de esta situación salgamos con la lección aprendida y reevaluemos nuestra escala de valores, dando prioridad al disfrute y cuidado de lo más valioso y dedicando nuestros esfuerzos a preservarlos. Que no volvamos a caer en la trampa del móvil.
Pero cuidado, a veces, los deseos se cumplen, y si esto es así, también nuestras empresas deberán dar este salto en su oferta para atraer, retener y motivar a estos empleados con nuevas prioridades.
La gerencia de los riesgos personales de los que hacemos las empresas será un elemento básico e indispensable de esta oferta. Colocar a las personas en el centro de la estrategia (puede leer nuestro artículo de cómo contribuir al bienestar corporativo frente al Coronavirus), anteponiendo su cuidado y bienestar a otras consideraciones, comprendiendo sus anhelos y necesidades y ayudándoles a constituir el paraguas de protección y seguridad necesario para preservar el bienestar propio y de sus familias, tanto desde el plano económico como desde el físico o psíquico y emocional, serán elementos que ya no supondrán una ventaja competitiva si no que serán básicos e imprescindibles para operar con garantías en este nuevo escenario.
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